domingo, 29 de abril de 2012

Relato raro


La entrada de la semana de hoy es un relato. Quería hacer algo de terror psicológico, pero, como no es lo mío, hice esto. Como concurso: a ver quien encuentra todas las referencias(no son muchas).

 

No tiene nombre

El escenario que le tenían preparado a Arges parecía sacado de una película de terror antigua: una siniestra mansión ruinosa rodeada de un cementerio con lápidas derruidas; de banda sonora se escuchaba el graznido de los cuervos que sobrevolaban la anciana construcción o que picoteaban restos de cadáveres que sobresalían de sus tumbas, los cuales entonaban a coro con unos lobos que aullaban distantes una balada decadente. En otras condiciones, Arges no habría entrado en ese lugar, era evidente que solo querían atraerle, pero no tenía ningún otro lugar al que ir, pues no había nada más en ningún lado: todo era un vacío rodeado de un halo negro.
Al acercarse Arges a la puerta de la casa, esta se abrió sola, invitando a Arges a entrar. Como Arges esperaba, al entrar en la mansión la puerta se cerró tras él, evitándole toda huida posible. “Tsk, muy típico”, murmuró. Todo estaba oscuro y permaneció así durante un periodo de tiempo que Arges no podría afirmar cuanto fue. Él se mantuvo quieto en su posición, se conocía demasiado bien la historia. Poco a poco todo fue tomando forma, y se dio cuenta de que estaba en una pequeña habitación ruinosa que le resultaba familiar. En el suelo había una manta y sobre ella una mujer que rondaba los cincuenta dando a luz. Arges se estremeció al verla. Al fijarse más en ella, sus facciones le recordaban a alguien...le recordaban a su hija. A Arges le invadió una ansiedad que ya no recordaba que podía sentir y salió corriendo por la puerta que estaba detrás suya. Para su sorpresa, cedió, pero al cruzar a través de ella no se encontró en el rellano por donde había entrado a la desvencijada mansión; sino que estaba en otro sitio que no terminaba de formarse.
Al cabo de unos segundos todo empezaba a cobrar forma, de la misma forma que lo hizo en la sala anterior. Ahora se encontraba en un cementerio. Este se extendía más alla de lo que la vista de Arges podía alcanzar y carecía de cuervos que le acompañaran; lo único que le hacía compañía era el silencio sepulcral que invadía cada resquicio de aquel lugar. Desde la posición en la que estaba (un torreón de unos diez metros), podía ver ,entre el infinito mar de lápidas que se extendía ante él, vislumbró un conjunto de lápidas que parecían escribir un nombre: A...R...G.....E.. y por último una S. Arges. Se dio cuenta de que le estaban invitando a ir hacia allí, cosa que hizo. Contemplo de cerca las lápidas y leyó los nombres de la gente que la muerte se había enterrado en aquellos fosos. Nombres vacíos, no significaban nada para él, ni siquiera le sonaban. Entonces las letras que situadas en las lápidas de los que ya no hablaban se movieron formando anagramas que describían nombres familiares: sus dos mujeres; tres de sus hijos; su padre, sus madre y todos sus tíos; sus abuelos y abuelas; y todas las personas a las que alguna vez hubo querido. Las lápidas se movieron y dejaron espacio a un pasadizo descendente que se abría en el suelo frente a él. Normalmente no habría bajado, pero su moral ya estaba tan destruida que se dejaría llevar a donde quisieran llevarle.
Descendió el sinuoso camino que estaba decorado con posters de películas, series y grupos de música que le habían gustado. Entro en una sala con multitud de referencias: Kiss montando en aerodeslizadores cazando androides; un hombre mono perseguido por Piedras Rodantes; submarinos amarillos siendo atacados por calamares gigantes; etc. De entre todo ese caos de sinsentidos, algo le llamó la atención: encima de una mesa había dos pastillas, una roja y otra azul. Arges no se lo pensó mucho, cogió la roja.


Entonces despertó. Despertó y comprobó que seguía bajo mi cautiverio, siendo torturado día tras día y, a partir de ahora, no solo físicamente.
 
 

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