La entrada de la semana de hoy es un relato. Quería hacer algo de terror psicológico, pero, como no es lo mío, hice esto. Como concurso: a ver quien encuentra todas las referencias(no son muchas).
No tiene nombre
El escenario que
le tenían preparado a Arges parecía sacado de una película de
terror antigua: una siniestra mansión ruinosa rodeada de un
cementerio con lápidas derruidas; de banda sonora se escuchaba el
graznido de los cuervos que sobrevolaban la anciana construcción o
que picoteaban restos de cadáveres que sobresalían de sus tumbas,
los cuales entonaban a coro con unos lobos que aullaban distantes una
balada decadente. En otras condiciones, Arges no habría entrado en
ese lugar, era evidente que solo querían atraerle, pero no tenía
ningún otro lugar al que ir, pues no había nada más en ningún
lado: todo era un vacío rodeado de un halo negro.
Al acercarse Arges
a la puerta de la casa, esta se abrió sola, invitando a Arges a
entrar. Como Arges esperaba, al entrar en la mansión la puerta se
cerró tras él, evitándole toda huida posible. “Tsk, muy típico”,
murmuró. Todo estaba oscuro y permaneció así durante un periodo de
tiempo que Arges no podría afirmar cuanto fue. Él se mantuvo quieto
en su posición, se conocía demasiado bien la historia. Poco a poco
todo fue tomando forma, y se dio cuenta de que estaba en una pequeña
habitación ruinosa que le resultaba familiar. En el suelo había una
manta y sobre ella una mujer que rondaba los cincuenta dando a luz.
Arges se estremeció al verla. Al fijarse más en ella, sus facciones
le recordaban a alguien...le recordaban a su hija. A Arges le invadió
una ansiedad que ya no recordaba que podía sentir y salió corriendo
por la puerta que estaba detrás suya. Para su sorpresa, cedió, pero
al cruzar a través de ella no se encontró en el rellano por donde
había entrado a la desvencijada mansión; sino que estaba en otro
sitio que no terminaba de formarse.
Al cabo
de unos segundos todo empezaba a cobrar forma, de la misma forma que
lo hizo en la sala anterior. Ahora se encontraba en un cementerio.
Este se extendía más alla de lo que la vista de Arges podía
alcanzar y carecía de cuervos que le acompañaran; lo único que le
hacía compañía era el silencio sepulcral que invadía cada
resquicio de aquel lugar. Desde la posición en la que estaba (un
torreón de unos diez metros), podía ver ,entre el infinito mar de
lápidas que se extendía ante él, vislumbró un conjunto de lápidas
que parecían escribir un nombre: A...R...G.....E.. y por último una
S. Arges. Se dio cuenta de que le estaban invitando a ir hacia allí,
cosa que hizo. Contemplo de cerca las lápidas y leyó los nombres de
la gente que la muerte se había enterrado en aquellos fosos. Nombres
vacíos, no significaban nada para él, ni siquiera le sonaban.
Entonces las letras que situadas en las lápidas de los que ya no
hablaban se movieron formando anagramas que describían nombres
familiares: sus dos mujeres; tres de sus hijos; su padre, sus madre y
todos sus tíos; sus abuelos y abuelas; y todas las personas a las
que alguna vez hubo querido. Las lápidas se movieron y dejaron
espacio a un pasadizo descendente que se abría en el suelo frente a
él. Normalmente no habría bajado, pero su moral ya estaba tan
destruida que se dejaría llevar a donde quisieran llevarle.
Descendió
el sinuoso camino que estaba decorado con posters de películas,
series y grupos de música que le habían gustado. Entro en una sala
con multitud de referencias: Kiss montando en aerodeslizadores
cazando androides; un hombre mono perseguido por Piedras Rodantes;
submarinos amarillos siendo atacados por calamares gigantes; etc. De
entre todo ese caos de sinsentidos, algo le llamó la atención:
encima de una mesa había dos pastillas, una roja y otra azul. Arges
no se lo pensó mucho, cogió la roja.
Entonces
despertó. Despertó y comprobó que seguía bajo mi cautiverio,
siendo torturado día tras día y, a partir de ahora, no solo
físicamente.