domingo, 13 de marzo de 2011

El Trono.

Bueno pues yo también pongo algo.

Esta historia quizá sea parecida a muchas otras pero, esta empieza en un puente.
Sobre el Río de las Ánimas, siempre por encima de las negras aguas, una silueta destacaba entre la blanca bruma de la noche, conectando los dos únicos barrios de la ciudad de Xam. Es un puente viejo, de él se dice que fue la primera frontera para separar el cielo y el infierno. De él, de la piedra y arena de la que estaba constituido, se derivaron los bosques y las montañas. De él brotó el mundo que los humanos habitan, y así la frontera destaca como ninguna otra.
Sobre el viejo puente y su historia había un hombre vestido de negro.  Alto e inmóvil, como una torre, observaba a su alrededor desde el punto más elevado del puente. Sus blancos cabellos jugaban con el viento intentando alejarse de su dueño.  Su fría faz permanecía inmóvil pero se le notaba inquieto. Como surgida de la nada una sombra apareció a su espalda. Una sombra mucho más baja, con el pelo corto, erguida y con una cara un tanto peculiar.
Tras darse cuenta de su presencia, el primer hombre se calmó y se dio la vuelta para poder hablar cara a cara:
-Te estaba esperando hace ya dos horas ¿Tienes alguna excusa para llegar tan tarde?-
-Les he estado siguiendo. He matado a un par de ellos y he presenciado una de sus reuniones, ¡ja,ja! Esos monjes son más que estúpidos-dijo cuando una sonrisa orgullosa se abría paso entre sus labios.
-Entonces… ¿Tienes algo?-preguntó impasible
-La verdad es que no, los muertos no hablan y su reunión era por gusto no por trabajo. -tras esto, su sonrisa había vuelto a esconderse.
-Es decir, que después de haberte retrasado no tienes ninguna información nueva.- esta vez su impasible expresión mostró una ligera sonrisa- El Mandato sabrá de esta irregularidad…-
-¡No!, no volverá a pasar, señor-dijo interrumpiendo a su aparente superior.
-Calla, y ¿cuál era la razón por la que me has traído a este lugar?-
-Creo que La Orden tiene una nueva arma-
-¿Qué te hace pensar eso?-preguntó interesado
-He visto a los monjes en barrios que no les pertenecen, barrios bajos, y se rumorea que hay un nuevo huésped en el palacio-
-Está bien, lo investigaremos, gracias por la información-
-Gracias señor y si usted me compensara sería maravilloso-
-Claro que te la voy a recompensar Richard, aquí tienes tu recompensa-estas fueron las últimas palabras que se oyeron en el Puente de las Ánimas aquella noche.  
El hombre de negro llevó su gran mano, cubierta del frío de la noche por un guante conjuntado con su traje, y sacó una arma, como no, forjada con un acero más negro que la misma noche.
A la mañana siguiente Richard, un joven no muy agraciado, yacía en un lateral del puente, o al menos, lo que quedaba de su pobre envoltura destruida.  

La historia continúa pero ya la iré poniendo, si acaso.

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